Autor: Jaime Laventman

 

El homo sapiens, nuestra actual denominación, es el ser vivo sobre la faz de la tierra, más complejo y podríamos decir, completo. Podemos pensar, usar el lenguaje de múltiples maneras, emitir juicios, reconocer el presente, traer a la mente el pasado, y figurarnos lo que el futuro puede depararnos. Podemos reír y llorar, no como un acto reflejo solamente, sino secundario a las emociones que percibimos. Podemos ser empáticos y creadores a diversos niveles en la vida. Estos y muchos otros atributos convierten al ser humano, en un ente especial, que domina por su atributo de inteligencia, sobre las demás especies vivas del planeta. Aprendemos, o deberíamos hacerlo, a convivir con los demás seres vivos y con la naturaleza, y más difícil aún, llevarlo a cabo con nuestros semejantes.

Caminamos erguidos, y dominamos con el pulgar de nuestras manos, una enorme diversidad de actividades, que otros animales son incapaces de llevar a cabo. Nadamos como peces, al aprender a flotar, y naturalmente, desde que el hombre observó el vuelo de las aves, ha deseado imitar esa actividad, y elevarse por los cielos, sin la presencia de alas en nuestro cuerpo.

Grandes interrogantes, surgieron para resolver el gran dilema. ¿Cómo hacer que se eleve un aparato más pesado que el aire? ¿Cómo lograr aprovechar las corrientes de aire en el ambiente, sin que estas sean exageradas, o por el contrario insuficientes? ¿Cómo lograr un modelo aerodinámico, que sea efectivo? Estas, y muchas otras cuestiones, fueron abordadas en diversos países del orbe, sin obtener el éxito deseado.

Intrépidos personajes, intentaron por todos los medios, tratar de elevarse a los cielos, utilizando una gran gamma de aparatos, la mayoría de ellos, incluso chuscos, pero que en conjunto podríamos decir, inútiles. Algunos, en que el propio piloto, agitaba unas alas mecánicas, lanzándose por precipicios y montañas, sin conseguir el objetivo deseado. Basados en parte, en las ilustraciones de Da Vinci entre otros. Para colofón, muchos de ellos, no solo no lograron vencer la gravedad, sino que encontraron la muerte. La búsqueda de una solución a este sueño, no cejaba, ante la incredulidad del público y del mundo científico, que juraba y perjuraba, no sería nunca posible lograr ese objetivo.

Todos reconocemos, que la necesidad, es la madre de las invenciones. El hombre, nunca se ha rendido ante los obstáculos más inverosímiles a los que se ha enfrentado. De no ser así, no tendríamos imprenta, revolución industrial, autos de combustión interna, y los miles de inventos que han surgido, por la voluntad humana, de no rendirse ante lo que parece imposible.

En la ciudad de Dayton, Ohio, en los Estados Unidos de Norteamérica, un par de hermanos, de apellido Wright, sobrevivían con un negocio de bicicletas. En aquellos años del final del siglo XIX y principio del XX, habían surgido como una moda, las bicicletas. Wilbur, el mayor y su hermano menor Orville, no solo tenían un taller para reparar esos artefactos, pintarlos, cambiar los neumáticos, pedales, cadenas, manubrios etc. Ambiciosos, pensaron en ser más originales, y lograron ensamblar un modelo más original, cómodo y servicial, que fue un éxito absoluto. Poco a poco, los Wright se independizaron, y juntaron un fondo monetario, que serviría para lograr un solo objetivo: Intentarían construir un aparato que volara, y a ello se entregaron en cuerpo y alma, horas, días y semanas enteras, probando y fracasando, pero jamás aceptando la derrota. Solicitaron ayuda de otros, que como ellos poseían cierta experiencia, y la compartían entre todos.

Con conocimientos de ingeniería, y probando las ideas que surgían, construyeron varios aparatos, y experimentaron con ellos, sin lograr cumplir el deseo de volar, aunque fuera solo por unos segundos, y a una altura mínima.

Uno de los principales problemas al que se enfrentaron, fue el encontrar dentro del país, una zona plana, extensa, con vientos persistentes, pero moderados, para que el aparato en el que intentaban elevarse, lograra hacerlo y mantenerse en el aire, aprovechando precisamente las corrientes de aire de la susodicha zona.

Esto, que juzgaríamos como una tarea sencilla, no lo fue. Debemos entender, qué en esos años, no había pistas de despeje y aterrizaje, y los mismos se tendrían que llevar a cabo sobre algún terreno adecuado. Hubo que investigar mucho, hasta dar con una, localizada en el mismo estado de Ohio, en un poblado pequeño llamado Kitty Hawk.

Habiendo viajado al mismo, reconocieron el terreno hasta quedar convencidos de que con esfuerzo lo convertirían en una pista útil para los intentos que se estarían llevando a cabo con diversos aparatos. Hubo que eliminar escollos, retirar o agregar tierra donde fuera requerido, y escoger la mejor época del año, cuando los vientos eran adecuados, para llevar a cabo los experimentos. Y peor aún, solo podían ir al lugar durante tiempos cortos, y las máquinas que eran construidas en Dayton, se tenían que desembalsar, empacar y transportar a Kitty Hawk, donde eran una vez más ensambladas. Un trabajo de titanes, donde ambos hermanos, trabajaban siempre uno al lado del otro.

El último escollo, consistía en como lanzar la máquina con suficiente fuerza, para con suerte, este pudiera impulsarse, ya que la misma carecía de un motor que cumpliera ese objetivo. Idearon, para ello, utilizar un arma antigua. Una catapulta, que lanzaría al aparato con la suficiente fuerza para que, con el manejo adecuado del fuselaje del aparato, este lograra elevarse y mantenerse en el aire. Por último, solo admitiría a una persona, encargada de sostener el aparato en el aire, y con manos y pies, lograra estabilizar la máquina, y finalmente aterrizar con la misma, sin exponer la vida del piloto. Este, iría además recostado sobre su abdomen, y conocedor de los peligros que semejante aventura conllevaba.
Fueron muchos los aparatos construidos, revisados minuciosamente y vueltos a construir con las mejoras necesarias. Fracaso, tras fracaso, pero sin llegar a desanimar a los hermanos. Uno de esos intentos, el más logrado fue tripulado por Wilbur, y al hacerlo, ambos hermanos se dieron cuenta, que finalmente, con ciertos ajustes podrían lograr su objetivo.

Construyeron el “Flyer I” con un pequeño motor de 12 caballos de fuerza. Insuficiente para elevar al aparato, pero si para mantenerlo en el aire.

Tras varios esfuerzos, habiendo calculado las corrientes de aire como adecuadas, decidieron emprender un nuevo vuelo el 17 de diciembre de 1903. Para ello, solicitaron, que algún fotógrafo estuviera presente, lo mismo que periodistas y pobladores de la zona.
Habiendo sido Wilbur, el último en volar, le cedió el honor a Orville, para efectuar este nuevo vuelo. Ambos reconocen, sin embargo, que es un vuelo representándolos a ambos frente al mundo.

La Catapulta lanza a Orville, quién controlando la máquina, vuela para asombro de los presentes, durante aproximadamente 12 segundos, y recorriendo 36 metros. Y así, en las llanuras de Kitty Hawk, dos desconocidos, hermanos y aficionados, convierten en realidad el sueño del hombre, de volar por los cielos, imitando a las aves.

Ese día, nace la aviación. Han transcurrido 120 años, y somos testigos fieles, del avance que la tecnología ha logrado. Sin entrar en detalles, nos asombramos de como aparatos de enorme tonelaje, se elevan con seguridad y dejan atrás a las aves más veloces.

Y finalmente, el 20 de julio de 1969, una nave no solo vuela, sino que lleva consigo a tres astronautas, depositando su máquina sobre la superficie de la luna.

Wilbur y Orville Wright lograrían todavía, superar por mucho el vuelo inicial. Un mundo agradecido, los nombra como los pioneros de la aviación, y considero más que justo, el haberlo hecho. Una sencilla manera, de reconocer su esfuerzo.

 

NDLR: Le damos una cálida bienvenida a la nueva serie de nuestro querido amigo y colaborador Jimmy Laventman.

El autor ha estado presente a lo largo de 35 años, con nuestro medio de difusión Kesher. Reconocemos su gran aportación. Gracias por ello, y por seguirnos apoyando y alimentando nuestro conocimiento e imaginación.

Desde el escritorio de la Editora

 Rosalynda Cohen

Estamos saliendo de compenetrarnos con nuestras Fiestas Mayores, en los que tuvimos la oportunidad de reflexionar, hacer una autocrítica y arrepentirnos de nuestros malos actos hacia El Creador y hacia nuestros semejantes. Es el despertar del corazón y de la conciencia.

EDITORIAL DEL 1 DE OCTUBRE

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