Autora: Esther Shabot*

 

Desde luego hay preocupación internacional por la inestabilidad y los enormes daños que sobrevendrían, por lo que hace unos días estuvo el enviado norteamericano para Oriente Medio, Amos Hochstein, tanto en Jerusalem como en Beirut, para tratar de conjurar el estallido de la guerra total.

En un Líbano en quiebra, sumido en una crisis brutal que ha polarizado a su población de manera extrema, las posturas acerca de una posible gran guerra entre la organización terrorista Hezbolá –proxy de Irán– e Israel son igualmente extremas. En la memoria de muchos persiste el recuerdo de la devastación causada por la confrontación armada de 2006, cuando, en circunstancias parecidas, Líbano fue arrastrado por Hezbolá a una guerra de cinco semanas de duración contra el Estado hebreo. Al final de ella, la ONU adoptó la resolución 1701, que establecía que las fuerzas de Hezbolá debían retirarse a cerca de 40 km de la frontera con Israel, orden que fue violada una y otra vez a lo largo del tiempo.

Al día siguiente de los trágicos acontecimientos del 7 de octubre, cuando Hamás atacó al sur israelí, Hezbolá ya se había colocado a tiro de piedra de las poblaciones del norte de Israel, emprendiendo una ofensiva en presunta solidaridad con Hamás. Desde entonces se ha librado una guerra de baja intensidad que ha ido escalando continuamente, y que desde el principio obligó a los residentes israelíes de su zona norte, a abandonar sus poblados. Es así como, desde hace nueve meses, cerca de 80 mil civiles se han convertido en desplazados internos.

En estos momentos, en que se ve próximo el fin de la ofensiva israelí contra Hamás en Gaza, ha crecido la percepción de que la ampliación de la guerra en el frente israelí-libanés es inminente. El líder de Hezbolá, Hasán Nasrallah, advirtió la semana pasada que tal guerra será total, “sin reglas y sin límites”, mientras que Israel moviliza sus tropas y declara estar preparado para enfrentar a su enemigo.

Una guerra como la que se prevé sería de dimensiones apocalípticas por la envergadura del arsenal misilístico de Hezbolá, lo mismo que de la respuesta israelí. Desde luego hay preocupación internacional por la inestabilidad y los enormes daños que sobrevendrían, por lo que hace unos días estuvo el enviado norteamericano para Oriente Medio, Amos Hochstein, tanto en Jerusalem como en Beirut para tratar de conjurar el estallido de la guerra total.
Najib Mikati, Primer Ministro provisional de Líbano, expresó a Hochstein no estar interesado en la confrontación, y aunque habló de la necesidad de “detener la agresión israelí y restaurar la calma en la frontera”, dejó entrever que Hezbolá es un organismo que excede en cuanto a poder político y militar, al propio gobierno libanés, por lo cual su capacidad de incidir en el asunto es limitada.

Más directo fue Samir Geagea, líder del partido Fuerzas Libanesas, con amplia representación en el Parlamento, quien en una entrevista otorgada al medio Asharq Al-Awsat, enfatizó que Hezbolá está conduciendo a Líbano a un peligroso territorio, y acusó a las autoridades libanesas de haber abandonado a su nación dejándola al amparo de las políticas destructivas de Irán en la región. En el mismo sentido se han manifestado voces del campo jurídico y militar que han advertido que Hezbolá carece de la capacidad de neutralizar la fuerza aérea israelí.

Entre ciudadanos comunes libaneses de todas las sectas religiosas y todas las regiones que se expresan en las redes sociales hay una clara oposición a ser arrastrados a una guerra que nada tiene que ver con sus intereses o necesidades. Para la mayoría, las condiciones de vida en el país se han deteriorado tanto en los últimos años que lo menos que necesitan es una guerra de consecuencias previsiblemente nefastas. En ese contexto ha sido notable la circulación del hashtag #LíbanoNoQuiereUnaGuerra y el del #BastaDeDestrucción.

Desde luego que los miembros y simpatizantes de Hezbolá difunden opiniones en sentido opuesto. Por ejemplo, el jeque chiita Ahmed Qabalan, jurista en sharía o ley islámica, ha declarado que la batalla librada contra Israel es crucial para la soberanía y los intereses nacionales de Líbano. En la zona prevalece así una atmósfera de suspenso. Se dice que ni Hezbolá ni Israel quieren adentrarse en una guerra total, pero que la situación objetiva en la que están metidos los está empujando a ello. Israel pretende recuperar la seguridad para que sus comunidades evacuadas puedan regresar a sus hogares, mientras que Hezbolá, aferrada al dictamen del régimen chiita iraní, justifica su beligerancia mediante su presunto apoyo a la causa del Hamás. Los anuncios recientes de países como Alemania, Holanda, Estados Unidos y Canadá mediante los que aconsejan a sus nacionales salir de Líbano, constituyen señales preocupantes de que las probabilidades de guerra total están aumentando

*Editorialista del Diario Excelsior

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 Rosalynda Cohen

El 30 de julio es el Día Mundial contra la trata de personas.

 

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