Autor: Salo Grabinsky
Pueden haber muchas causas, pero los cambios vertiginosos a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, con conflictos, pero sin una hecatombe, nos permitió crecer y mejorar los niveles de vida en muchos países, aunque siguen habiendo zonas con extrema pobreza. Unas enfermedades se erradicaron, pero surgieron otras y una terrible pandemia cuyos efectos aún sentimos. La tecnología y grandes invenciones nos cambiaron la vida, pero creando serios problemas. En fin, un “Brave new World” al que es difícil acostumbrarnos. Y se está reflejando en múltiples empresas familiares establecidas.
Resulta que hay una nueva generación de jóvenes y adultos que han sido educados esmeradamente por sus padres, con profesiones nuevas y que han asistido a centros académicos nacionales y del mundo desarrollado a aprender de las maravillas que se están generando… y quieren aprovecharlas.
La vida familiar cambió radicalmente, con la mejora económica por el arduo trabajo de los padres que sufrieron carencias y querían darles una mejoría radical a sus hijos, incluso en exceso, para compensar su pobreza anterior y con un cierto ingrediente de culpa por no atenderlos y darles más tiempo durante su infancia.
El resultado de lo anterior es un fenómeno que se extiende a muchos grupos familiares: La falta de motivación, una apatía y desinterés de jóvenes potencialmente sucesores de negocios en crecimiento, que aunado al ciclo de vida de sus padres y abuelos, está creando un peligroso vacío en las empresas: No quieren asumir responsabilidades ni horarios (para ellos) excesivos de trabajo en la empresa y prefieren buscar actividades más apacibles y menos demandantes para prosperar.
La vida cómoda que les dieron sus padres la dan por sentada y creen, equivocadamente, que va a continuar en forma permanente. Craso error. La historia de las empresas familiares que he asesorado durante años parece que tiene orígenes similares: Padre (o madre) con pocos estudios formales, muy tenaz y acostumbrado a trabajar largas horas y, con un espíritu emprendedor que le permite tomar riesgos, seguir adelante y lograr una estabilidad y crecimiento encomiables. Sangre, sudor y… etcétera. Para los patriarcas no existían objeciones: Los hijos varones, y en ciertos casos las mujeres, estaban predestinados a continuar los pasos del fundador, siguiendo las ordenes de sus familiares. Su esfuerzo empezaba desde pequeños y, estaban convencidos que no existía otra forma de vivir. Heredaron los negocios y el patrimonio familiar y crearon familias. Su vida mejoró y así llegamos a fines de siglo y el nuevo milenio. Sorpresa: Los nietos del fundador tienen otra visión y no quieren entrar a la empresa a trabajar largas horas, asumir responsabilidades crecientes e incluso… tener que dirigir la empresa como sucesores.
El fenómeno es bastante nuevo para poder predecir el futuro, pero ya empieza a haber ciertas alternativas, como las de formar consejos familiares y de Administración más ejecutivos para cuidar a la empresa y fijar controles y políticas que se deben cumplir por parte de los directivos, muchos externos a la familia dueña, para la continuidad del negocio. ¿Funcionará? Es prematuro saberlo, pero la alternativa es peor, vender o cerrar el negocio.