Autor: Salo Grabinsky
Asistí a una conferencia de un experto israelí en conflictos tanto de la sociedad como entre varios sectores contrapuestos. Viniendo de ese pequeño, pero altamente complicado país como es Israel, asumo que tiene las manos llenas en tratar de facilitar y reducir el nivel de enfrentamiento, e incluso violencia que imperan entre sus habitantes y ahora con sus vecinos. Como asesor de empresas de estructura familiar, estoy acostumbrado a ver situaciones conflictivas y de tensión entre los miembros de una o varias familias. Es indispensable tener la cabeza fría y evitar choques que, entre seres que se quieren pueden ser muy dolorosos… y dejar secuelas imborrables.
El especialista, Mario Shejtman nos habló de sus experiencias y definió que hay varias formas de ver cualquier conflicto, empezando por declararlo como insoluble y por lo tanto no tiene remedio y hay que monitorearlo y controlar que no se torne violento.
Otro camino es tratar de resolverlo de manera radical, con un acto de fuerza (guerra, revolución) o mediante un tratado de paz, intervención diplomática o un acuerdo oficial. Finalmente, y eso es lo que me pareció interesante, es el de buscar transformar al conflicto en un proceso de investigación previa para ver qué es lo que estos miembros o sectores en pugna tienen como antecedentes, sus actitudes, comportamiento y el contexto en que se da el problema.
Lo básico es ver, con una mente abierta y lo menos prejuiciada posible, las motivaciones y objetivos que mueven a cada participante y, al afinar y entenderse, ya se avanzó una buena parte del camino. Asumamos que hay un conflicto entre dos ramas familiares de hermanos- socios en un negocio familiar. Puede ser que esté latente, y exista la sensación de que va a explotar algún día, tal vez a la desaparición del patriarca, pero nadie quiere dar el primer paso para reconocer que hay problemas. En otro caso, algún miembro o pariente político de los socios trata de meter un elemento de agresividad (o cizaña) con lo que el conflicto se encenderá y puede provocar una batalla campal… o un pacto de no agresión. Finalmente, y esto es lo más saludable aunque no hay garantías que el resultado sea compartido y celebrado de manera similar por sus miembros, es entender cuáles son las motivaciones, objetivos y varios elementos más de cada
facción, se puede lograr un acercamiento para que ambas se entiendan, respeten y lleguen a un “mínimo común denominador”. Este es un gran logro para un profesionista, facilitador o mediador que, con mucho tacto y buena fe, trata sin forzar el acercar a las partes a un arreglo satisfactorio…