Autor: Jaime Laventman

La vida de cada ser sobre la superficie del planeta está marcada por los acontecimientos que le tocaron vivir. Muchos de ellos, de índole personal o familiar. Otros, surgidos en el mundo, y de los cuales, uno no tuvo una participación propositiva, surgieron, y envolvieron en su halo mágico o triste, a quienes menos lo esperaban.

El 1o de septiembre de 1939, Alemania decide invadir a Polonia. Previamente, se había anexado Austria y Checoslovaquia. Y el mundo, guardó silencio, en ese miedo visceral que nos impide actuar acorde a la situación, confiando en que, en la inercia, no se ejercerá ningún otro mal. Sin embargo, Polonia tenía un tratado de ayuda con Francia e Inglaterra, y estos dos países, no pudieron ya rehuir sus obligaciones. Y así, dos días después, le declaran la guerra a Alemania, y dan curso al verdadero inicio de lo que se conocerá, como la segunda guerra mundial. Para ello, Alemania se había preparado por años, y sabía que poseía un poderío militar, que los otros dos, habían descuidado. Con esa gran ventaja, su líder, Adolfo Hitler, lanzaba a su país y al mundo a una hecatombe como jamás se había visto previamente.

Las causas de cualquier guerra librada, en el planeta, tienen múltiples aristas de las cuales sujetarse. Las llamadas razones, cegarán a todos bajo la premisa de una absoluta verdad, cuando en realidad, puede ser todo lo contrario. Hitler basa sus argumentos, en la humillación llevada a cabo contra su pueblo, tras su derrota en la Primera Guerra. Olvida, que fue su país, a la par de 1939, quien iniciara ambas contiendas. En los escasos seis años tras su ascenso al poder, Hitler cambió por completo a su país. Y, en vez de buscar, la genialidad de su pueblo y su entrega absoluta a prosperar, los lanza a un sueño primitivo, donde un solo país, habrá de convertirse en amo y señor sobre todos los demás. Equivoca la premisa, de que una mala paz, siempre es preferible, a una buena guerra. Envuelve a sus contemporáneos, en una histeria colectiva, donde la fuerza, de su regente, controlará sus vidas de ese día en delante. El llamado, pueblo más próspero sobre la tierra, se verá inmerso en el sueño guajiro de un solo hombre. Arrastrará consigo a sus 80 millones de habitantes, y enlutará al mundo, por varias décadas. Por si esta farsa no fuera suficiente, otro malogrado dictador, esta vez en Italia, llamado Benito Mussolini, unirá sus fuerzas con Hitler, en esta aventura bélica. El pueblo italiano, a la par del germano, cerrará sus ojos ante la imagen de su nuevo Dios, al

que eventualmente, colgará de los pies, y denigrará su cuerpo y su imagen.

Mientras esto sucede en Europa, en el Lejano Oriente, se libra de tiempo atrás una guerra entre el Japón y su vecino China. Un Japón, sediento de conquista; de poder extender sus tentáculos fuera de su minúscula isla. Con un espíritu de absoluta falta de humanidad, se lanza en contra de la población china y provoca a su paso, muerte y desolación, con una mano asesina, que no puede medir sus acciones, y que los convierte en el demonio más temido para China,ensiglosdehistoria.Paracerrareste eje, las tres potencias militares se unirán, y en su mirada, solo visualizarán un final posible. Dominar al mundo en su totalidad….

Desde el escritorio de la Editora

Rosalynda Cohen

Recién celebramos el día de Jerusalén (Yom Yerusalaym). Cabe recordar que bajo la resolución de la ONU de 1947, que proponía el establecimiento de dos estados en el Mandato Británico de Palestina, Jerusalén seria una ciudad internacional por un periodo de 10 años, en cuyo tiempo se haría un refrendo a cargo de los residentes del lugar, para que se decidieran a que país se adherirían. El liderazgo Judío aceptó el plan, pero los árabes no.

EDITORIAL DEL 1° DE JUNIO

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