Autor:
Bernardo Tanur
Todos coincidimos que uno de los retos más importantes de la convivencia humana, personal, familiar, grupal, nacional e internacional, ha sido y es la comunicación. El avance de los medios para hacerlo aparentemente en la era moderna es excepcional. Sin embargo, paradójicamente el entendimiento entre las personas y sobre todo en las familias, se ha distanciado, precisamente por las enormes facilidades que la radio, la televisión y más que todo la cibernética influye en la mencionada separación, ocasionando que exista individualismo y provocando como objetivos cardinales la ambición del poder y el dinero, o viceversa.
La competencia que ha acarreado el consumismo y la globalización nos hace que nos separemos más de los valores fundamentales del humano: la amistad, el amor, la comprensión, la tolerancia, la transparencia, la honradez y por si fuera poco nos alejamos cada vez más de la autenticidad, nos volvemos falsos y acudimos a medios, inclusive corruptos, para obtener nuestros proyectos, requerimos de escritos, recibos, documentos, etc., para hacernos valer. Lo verbal y la palabra de honor, han pasado a la historia. Esto se observa hasta entre los miembros de la misma familia por más promesas y pactos que hayan ocurrido en la inocente infancia o adolescencia.
Hay otros dos aspectos de notable importancia; la llamada y traída y cada vez más amplia separación de generaciones que activan en forma constante en la disolución familiar. Y la otra, que considero muy grave, es el anteponer intereses materiales y repito de poder, a la vocación no sólo de ayudar a la comunidad, sino al país en donde uno nace, crece, se reproduce y muere.
Uno más cardinal, se ha casi perdido, y es la cortesía y el respeto hacia los mayores (aunque parezca admirador del Manual de Carreño). Si perdemos todos los valores esenciales en relación al amigo, novio (a), padre, madre, hermano (a), maestro (a), doctor (a), etc., entonces ¿a dónde vamos? Simple y dramáticamente a la agresión, el pleito, el odio, la guerra, aunque ésta sea pequeñita o grandotota. Y agreguemos que el país …. Nos vale.
La vida contemporánea nos ha dado a unos cuantos privilegiados en todo un mundo lleno de marginación, pobreza y casi nula justicia, las mieles de la vida moderna que nos permite efectuar proyectos de vivienda, vestido, diversión y estudios.
Intentando llegar a nuestros objetivos, la vorágine del tiempo nos consume, el ofrecimiento de innumerables productos que suponen hacer de nuestras actividades movimientos simples y confortables, nos va llevando cada vez más y con mayor frecuencia a olvidarnos de las satisfacciones más delicadas, productivas y gozosas de nuestra existencia. Nos domina la ambición de obtener riquezas materiales, un poder que nos hace pensar en nuestra inmortalidad y por mucho tiempo olvidarnos de nuestra realidad biológica. Dichas metas nos hacen separarnos y hasta pelearnos con nuestros seres queridos. La amistad desaparece, la vecindad no existe y el convivio de relaciones culturales y espirituales simplemente se desvanece; la tolerancia no aparece, y el odio y él celo surgen.
Las circunstancias muy particulares que el mundo vive actualmente, hacen que los extremos se vayan imponiendo. Las agresiones son tan graves que nos han hecho que no sintamos ninguna capacidad de asombro, las guerras se suceden y la lucha fratricida de los que creen tener siempre la razón se imponen.
¿Qué podremos llegar a hacer para evitar que el materialismo nos conduzca a un obscurantismo que nos conduzca a épocas primitivas?
Posiblemente, uno de los muchos caminos, será luchar cada uno en su trinchera para recuperar, por lo menos en parte, lo esencial de los valores perdidos, ya que éstos en muchas esferas han existido en nuestra sociedad universal hace apenas 23 años. Recuperar la convivencia desinteresada entre nuestros seres queridos, comprender y tolerar a través de intercambios grupales los temas que hagan llegar a la unión entre nosotros, valorar contribuyendo en lo más posible el lugar, ciudad y país donde vivimos, tomando lo positivo y combatiendo lo negativo.
Estimular las discusiones por más áridas que sean, aterrizándoles a conclusiones productivas para plantear soluciones creativas y nunca destructivas. Curiosamente todo esto se puede realizar gozando de salud orgánica y emocional adecuada, y ésta no se puede llegar a ejercer sin alguna alimentación sana, un ambiente propicio y cubriendo las necesidades más ingentes y básicas, o sea, imposible vivir sin que se sienta que hagamos algo por una mejor justicia social.
Sin el respeto entre sí, sin cumplir la palabra prometida, sin entender con inteligencia y criterio otros pensamientos, parecen fórmulas simples, pero hasta ahora no ha sido cumplidas en un mundo que sueña, pero no ha obtenido paz. El futuro de la humanidad está en un pronóstico reservado.
Fundamental será reconocer, tolerar y comprender a nuestros “viejos” maestros y fomentar la amistad con autenticidad.
La tarea cardinal es nada menos y nada más que recuperar el mencionado respeto entre nosotros.
Así de fácil y así de difícil…