Autor: Gustavo Perednik
La marcha hacia la Tierra Prometida podría haberse concretado en un mes, pero demandó cuarenta años. Hay varias explicaciones simbólicas. El libro Devarim (Deuteronomio), que leemos estas semanas, abunda en elogios a “la buena tierra… de arroyos vibrantes y manantiales que emergen en valles y montañas; tierra de trigo y cebada; uvas, higos, granadas y miel…” No corresponde que a una tierra tan apetecible, se llegara en poco tiempo. El esfuerzo y la demora son proporcionales a la dicha que acompañará al arribo. Quizás por eso, pese a sus dificultades, Israel sea uno de los países más felices (v. 0411). Tan amargo fue el camino de la historia judía hasta alcanzar el puerto patrio, que cada día en él es fuente de alegría.